Transposición (relato escrito a partir de algo contado por otro) - Relato Propio #11
Honestamente,
creo que sorprendí a mi nuevo profesor el otro día. Me habían hablado de él:
mis amigos me contaron que daba ideas muy interesantes; que jamás nadie se
había arrepentido de cursar con él. En ese mismo momento me encontré ante la
oportunidad perfecta para probar mi punto. Llegué ese día al aula y me senté,
paciente de la llegada del docente. Al encontrarse en ya dentro de la sala,
inició su monólogo introductorio, al que observe con cierto escepticismo. Todos
mis compañeros, con una mezcla de admiración e incomprensión asociada a la
creencia de excelsitud que percibían del que ejecutaba el habla. Al finalizar,
todos quedaron impactados frente a aquello que recibían como extraordinario.
Yo, por el contrario, lo miré con suma indiferencia. En ese momento dirigió su
mirada a mí, como esperando algo. Lo único que me importaba en ese momento era
que dijera algo; que demostrara su falta de felicidad al no darle la
satisfacción total de la clase.
- ¿Hay algo
que no te haya gustado de lo que dije? – me preguntó, ligeramente molesto.
-
Francamente, casi todo – le respondí-.
Y así empezó
una serie de verborragias algo imprudentes, pero que probaron mi punto a la
perfección: a alguien al que nunca se le demostró que puede estar equivocado
jamás se le va a pasar por la cabeza que lo está.
El otro día
tuve mi primera clase de un seminario llamado “la comunicación y su sistema de
redes inhumano”. El profesor, al cual ya había tenido en otras clases, era
probablemente de los mejores que tuve en mi vida, y tenía altas expectativas en
esta ocasión, como en todas las anteriores. Me desperté temprano, desayuné y me
fui a tomar el 307 para ir a la facultad. Al llegar, me di cuenta de que
faltaban aún diez minutos, por lo que fui hasta el kiosco y compré una botella
de agua para la clase. Ya llegando a la clase, tomé asiento y me senté,
esperando la llegada del docente.
- Buenos días
alumnos, y bienvenidos a la primera clase de este corto seminario que
seguramente les va a fascinar – dijo al llegar este.
La
explicación duró unos quince minutos, y al terminar nos consultó si teníamos
preguntas. Todos estábamos fascinados por lo que dijo, a tal punto de que
múltiples sonrisas desembocaban de los rostros de gran parte de los presentes.
Algo destemplado, el profesor se acercó a un pibe que no parecía estar muy
contento y le preguntó si tenía algún problema con lo mencionado previamente, a
lo que la contestación que recibió probablemente la mayor muestra de
desobediencia que vi en mi vida. Nunca pensé que alguien podía ser tan
desagradecido con una persona que gasta su tiempo en impartir una clase, por lo
que muchos de nosotros pretendíamos ignorar (incluso desfavorecer) lo que decía
este malnacido. Nos fuimos de la clase furiosos, y con ganas de que jamás
alguien así retornara al seminario. Siempre nos enseñaron que los alumnos no
deben faltarle así el respeto a un profesor, y hoy nos probaron que tal vez nos
estábamos faltando el respeto a nosotros mismos.
- Pérez, ¿no?
Quédate un segundo, tengo que hablar algo con vos.
- ¿Algún
problema?
- No, no te
preocupes. Bueno, en realidad desacreditaste toda mi clase en cuestión de media
hora. Le sacaste el mérito a aquello que pudiera tenerlo, y desarticulaste
cualquier motivo para que este seminario se pueda dictar. Ahora, ya no tiene
sentido darlo.
- ¿Y eso no
es un problema?
- No, no lo
es. Aunque, pensándolo bien me pueden llegar a quitar la clase, y por ende la paga
de esta si los alumnos dejan de concurrir, y si yo me rehúso a dar clase pueden
sacarme más que eso. No se si tengo ganas de venir a la universidad de nuevo,
para serte sincero.
- ¿Y te
sentís mal al respecto?
- No
exactamente. Solamente no puedo mirarme nuevamente en un espejo de la misma
manera; no puedo ver el mundo como si siguiera pareciéndome algo superficial,
simple y agresivo a lo externo. Ahora todo se pone de cabeza y vuelve, y me
produce mareos constantes.
- Bien, eso
significa que estás pensando, para la clase que viene quiero que pienses acerca
de como la vida parece tan cíclica, pero tan solo lo es porque nosotros lo
decidimos, como vimos hoy, y lo cuentes en la clase.
- Pero eso me
haría cuestionar para qué me podría levantar, desayunar, vestirme y venir
varios días a la semana, a este mismo edificio, del cual ya no se si deseo
olvidarme o no. No me generaría pensar en eso más dudas y temores.
- De eso se
trata todo esto, Antonio, de entender que la vida te engaña, te desprecia, te
quiere, te busca y no te suelta. Y la vida es una mierda a veces, eso es
seguro.
- Sí, eso es
seguro.
- ¿Nos vemos
el jueves que viene entonces?
- Sí, bien.
- Perfecto,
buen fin de semana.
- Igualmente.
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