Déjà vu (Relato a través de imágenes) - Relato Propio #10
Una misma mirada, un recorrido. Una iluminación tenue y un conjunto de
objetos que la rodean. Un árbol atrás de otro, para cortar el libre paso de un
sol débil, que ya se empieza a esconder por algún lado. Un alumbrado
artificial, que en cualquier momento se va a encender. Una silueta, y otra, y
otra más, que se disipan a la distancia. Historias que se suceden en el medio
de un espectro muy reducido, pero al mismo tiempo inmenso. Un carril, otro más,
y el cambio de sentido. Pasa un vehículo, y otro, y luego un colectivo. Hay
para elegir. Pasa un doce, después un veintinueve. Le siguen dos sesenta y
ochos, y un quince, antes de que corten los semáforos. Los taxis con techos
amarillos, y con pocos pasajeros, algo raro para la hora que es. Los rojos y
verdes de los semáforos, ordenando criterios.
Un jardín vacío, con las rejas que lo bloquean. Alguien espera por su
retorno, otros solo piensan en las partículas. Hojas que se cayeron de los
árboles; de otros, ninguna. Europeos que trajeron especies caducifolias ahora
perduran con su legado dendrológico dentro de la escena desolada del siglo XXI.
Quietud que antes se disfrutaba dentro de los confines del recinto verde ahora
se produce fuera de este, aunque con cada día que pasa esta se reduce un poco.
Las ramas caen al suelo, sin ningún niño pequeño o perro que las tome y
pretenda usarlas como parte de algún tipo de juego. La raya amarilla del cambio
de sentido y un carril, y otro, y uno más. Los desniveles de los cordones que
ya pocos usan para apoyar sus pies, esperando al transporte público. Las
criaturas tapadas hasta la zona de las ojeras en su cara, con pensamientos tan
intricados como variables en cuanto a su volatilidad. Se mueven de lado a lado,
como buscando algo que les recuerde lo que representaba un mundo que no les
daba mayores satisfacciones, pero que al menos les dejaba pensar, respirar,
reír, y llorar.
Una tapa de alcantarilla, la cual hace un ruido distinto al del
pavimento cuando los autos circulan sobre ella. Paradas de colectivos con
indicaciones adicionales, que suelen estar vacías, como si la indicación fuera
para personas invisibles. Edificios llenos de entes que conviven, dentro de un
mismo espacio, más grande o pequeño, y que cambiaron su estructura. Seres
solitarios, deprimidos, aburridos, con mal carácter y bajo estado físico. La
tierra les respondió demostrándoles que quizás estaba mejor sin ellos. Cordones
grises y amarillos, que ya parecen ser lo mismo, porque pocos mueven sus autos,
y por ende pocos los estacionan fuera de donde los guardan. Puertas que se
abren, otras que cierran; algunas quieren abrir, pero no tienen un tope que las
sostengan.
Días grises, días celestes, algunos ni siquiera ven a cuál le corresponde el que están viviendo ahora. La lluvia, el sol; no dan diferencia si los ojos no quieren ver más lo que no pueden hacer. Se esconde detrás, un camino oscuro, que mucha gente solo persigue y no se mantiene de pie. Soledad reprimida, pensamientos que no terminan siendo como se interpretaban y una espiral de desasosiego que lleva al desenlace final. Se le cae el paraguas, se sienta en el piso y se pone a llorar. Se busca un pañuelo y se seca los ojos, buscando pensar que el mundo sigue igual. Lo medita por minutos, y lógica no tiene. Se pone de pie y encuentra una idea en el charco que hay al costado. Se mete en su casa y se pone a mirar fotos antiguas, hasta que la mente se le despeja y se va a dormir. Al día siguiente se despierta y mira la foto que había quedado en la galería del celular.
- Parece como si fuera un domingo – piensa.
- A partir de hoy todos los días son domingo – le contesta una voz en su
cabeza.
Mira la hora; eran las diez de la mañana. Deja el celular sobre la mesa
de luz y se vuelve a dormir.
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