Si alguna vez... - Relato Propio #7
Si alguna vez me porté mal, quizá fue por rebeldía. Mas bien nunca me
contaron que el ser humano sufría tanto de apatía. Estaba triste y molesto por
lo mismo que cualquiera; era un pendejo malcriado y siempre me dejaron hacer lo
que quisiera. Una vez agarré un cuchillo para cortar la carne y jugué a que era
un pirata. Estaba en el medio del living y lo movía para todos lados, peleando
contra montones mientras llovían las balas de cañón. En ese momento llego mi
padre gritando, tirando insultos como si fuera una catarata, porque no me di
cuenta y casi le atravieso a mi hermano el riñón.
Si alguna vez parecí ser desinteresado, no me molestaría decirles que es
verdad. Una vez fui a una mezquita en la que vi que exhibían grandes piedras
con jeroglíficos en ellas escritos, y al llegar a una sala llena de gente
rezando y aburrirme después de cinco minutos sin desacatos, les dije por donde
podían meterse a su deidad. No creo tener que describir lo que ocurrió después;
si fuera a la meca me crucificarían tal vez. Ah no, eso es de los católicos,
pero como dije antes, poco me importan los detalles técnicos.
Si alguna vez fui inquieto, es porque a la gente le gusta demasiado
quedarse quieta. Si te movieras un poco más, no te hubiese quitado ese reloj y
harías que de intentarlo me arrepienta. Ese reloj que tiene más años que
Mirtha, y que podrías venderlo y hacerte millonario, pero que tu apego
emocional y otras estupideces te producen hacer exactamente lo contrario. Para
compensarte, te regalé un espejo de mano y lo rompí, para que nunca contemples
tu horrible rostro, como yo lo hice la primera vez que te vi.
Si alguna vez me reí de más, será porque tenía sentido hacerlo. Como el
otro día que apareció Toto, que estaba siendo paseado por mi vecino Carmelo. No
solo su nombre es gracioso, sino que su perro es una mole. Pero el hombre es
tan bajito, que si fuera más joven diría que todavía va al cole. No sé cómo
maneja a ese animal de pelo totalmente oscuro, que debe pesar más de cuarenta
kilos. Sueño, a veces, con que un día los vea, y Carmelo se suba a Toto como si
este fuera un caballo. Galopando por toda la cuadra de Beiró, mientras el
canino, pasando por la verdulería de la esquina, intenta robarse un zapallo.
Yo, tirado en el piso y muerto de la risa con un suéter que se me rasgó y
empezó a largar hilos. No se por qué aparece el suéter en mi sueño; supongo que
porque ya estamos en mayo.
Si alguna vez fui grosero, seguramente el que lo dijo inventó un
pretexto. Y si fuiste vos y te sentiste ofendido, deja de leer ya mi puto
texto.
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