Cuento/Microcuento - Relato propio #3
Correrá el año mil quinientos, y aún así todavía existirán aquellos
almacenes de conocimiento que no lograrás comprender; esos conjuntos de papel y
cuero, completos de palabras, frases e ideas que pareciera que no llegarás
nunca a leer. Buscarás bajo todos los conceptos existentes encontrar la forma
de descifrar como extraer tan increíbles conocimientos que existen en tantos de
estos objetos de sus hojas a tu mente para así quizás, un día, recordarlos o
incluso ponerlos en alguno de esos recipientes lingüísticos por cuenta propia.
No pensarás que acaso las fronteras del lenguaje serán imposibles de cruzar,
como si fuesen montañas de miles de metros de altura. No señor, algún día, no
muy cercano, pero, aun así, algún día domarás a esos garabatos dotados de
innumerables sentidos como aquel jinete que doma a su caballo. Te felicitarán
al leer de corrido oraciones complejas, que no tendrán relación una con otra
durante las evaluaciones de lectura; te darán reconocimientos por tus escritos
con un lenguaje tan superior que pocos seres en el mundo serán capaces de
comprender. Te pondrán estatuas por ilustrar la vida de los más humildes
ejemplos de la raza humana a través de complejas concepciones que deleitarán a
los que puedan leerlas. Todos querrán que les cuentes acerca de “el hombre que
aprendió a leer y escribir en tiempo récord y se convirtió en uno de los
escritores más inesperados y competentes de su época”. Nadie verá tu poca
trayectoria como una desventaja, sino como una muestra del ávido esfuerzo que
pondrás en lograr tus objetivos. Si te concentrás al máximo, y no te frenás por
algún que otro fracaso en el camino, llegarás a hacer grandes cosas más allá de
tu humilde origen, tan limitante en estos novedosos tiempos de fines del siglo
trece. Pocos sabrán de donde viniste, pero si tan solo…
- Si tan solo te pusieras a leer las letras una por una, en vez de
pretender aprender oraciones completas del libro de lecturas, quizás lograrías
aquello que por lo que veo te propondrás – habrá exclamado el monje Pérez, cada
día en el que habrás repetido una y otra vez lo que haré con mi vida.
Y cada día que se suceda te lo dirá con menor y menor convicción, y te
habrás pasado días, semanas; quizás meses pensando sobre todo lo que se te
cruzará por la mente, pero jamás lo harás. Porque nunca en tu vida lograrás
escuchar una voz que no sea, únicamente y en monotonía absoluta, la tuya.
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