Autobiografía - Relato Propio #2
Realmente no tengo ni la menor idea de cómo empezar esta autobiografía.
Al menos, empecé por explicitar que es en sí una autobiografía. Porque sino, ¿podría ser
un cuento dramático, de ficción, o quizás una simple opinión de algo? ¿O tal
vez aun siendo una autobiografía podría incluirla dentro de todos y cada uno de
esos géneros? Aunque si fuera una ficción, ¿estaría mintiendo sobre lo que
dijera de mí mismo? No necesariamente.
Normalmente debería empezar hablando de donde, como y cuando nací. Digamos
que clínica, fin de año, prematuro, Recoleta. No mucho más que eso. El único
dato fijo que voy a dar (y si pudiera no lo daría, pero quiero centrar el texto
en algún lugar y para eso es necesario mencionarlo) es que viví toda mi vida en
Palermo. No es pertinente describir mi vida en detalles, porque ni merece ser
explicada aún debido a la poca información que se puede obtener de quien solo
lleva veinte años vividos, y porque lo que intencionalmente trato es de
contarles sobre mi vida sin contarles sobre mi vida. Ahora que dejé eso en
claro, empecemos de una buena vez.
Se interesó automáticamente por esa imagen; aquella del museo que nadie
veía, probablemente, porque era demasiado sencilla. No parecía arte, sino un
punto aislado en un lienzo sin mucho más que decir. La imagen no contaba
ninguna historia, no era referente a una época histórica ni su autor tuvo
demasiada trascendencia a lo largo de su carrera. Estaba ahí más por una suerte
de azar que por algo meritorio. Nunca le quería sacar los ojos de encima, como
si esa pintura valiera muchísimo para él. Como si tuviese algo que los demás no
apreciaran de la forma en la que deberían, solo porque querían una constante
explicación de cómo eran las cosas. No tenían que darle una explicación; no
necesitaba entender por qué las cosas ocurrían como tal (o al menos a eso
aspiraba). Simplemente pasaba todos los días, luego de ir a clases y se quedaba
una hora o dos; cuando tenía el tiempo aún más, y miraba aquella pintura. En
ocasiones la gente veía que la observaba y se acercaba, pero al contemplarla la
aparente pobreza de lo que ofrecía se iba, dejando nuevamente solo a la obra y
a su único público en escena.
Dale a un crítico una obra de arte y la sabrá interpretar; dale un punto
en una hoja y te dirá que es basura. Dale una obra de arte a un niño y la
mirará como algo divertido, horripilante o indiferente; dale un punto en una
hoja y dibujará en el lienzo (o en su mente) lo que se imagine.
Ahora, ¿qué significan estos dos párrafos de delirio literario? ¿Que me
gusta el arte? No exactamente. ¿Que pienso que los críticos de arte son
idiotas? No sería un mal tema de conversación, pero no. ¿Qué soy una persona
muy rebuscada y voy a dirigir todo esto a la interpretación ajena? Ya vamos
mejor.
El otro día salí a comprar unas cosas y me di cuenta de que los
colectivos, aun viajando con reducida cantidad de pasajeros, se parecen a los
colectivos de antes de la pandemia. Sí, es un pensamiento bastante tonto o
redundante de escuchar o leer, pero me refiero a que dentro del paisaje general
de las calles cuando uno sale de su casa es lo único que no se modifica. No es
como si en el frente del vehículo hubiese un tapabocas gigante, o publicidades
acerca de la pandemia atrás o en los costados. Después de eso, todo lo que se
ve son espacios públicos vacíos, personas con la boca y nariz (y quizás los
ojos también) cubiertos, y policías controlando, al menos en la cuadra de mi
casa porque está muy cerca de una comisaría. Claro que desde fines de marzo que
no subo a un colectivo; probablemente adentro hayan cambiado cosas aparte de la
cantidad de pasajeros. Pero si mirásemos desde un punto de vista estrictamente
superficial, podríamos decir que son la única constante en un mundo de caos.
Todos tenemos, en sí, una constante en un mundo de caos. Y hay algunos
que la necesitan más que otros. A veces en mi casa me recuerdan que vivo con
gente que las necesita, y que por el aislamiento las constantes desaparecen, y
aparecen las constantes repeticiones de palabras. Y ahí es cuando me gustaría
poder subirme a un colectivo.
Pero claramente vos te estarás preguntando por qué te hablo de
colectivos cuando se supone que esto debería ser una autobiografía. Podría
responder diciendo por qué no, pero eso lo hago siempre. No sé, suponés que me
volví loco; buscás una forma de entender por qué alguien en su sano juicio
buscaría hablar de temas que no tienen absolutamente nada que ver a lo largo de
unos cuantos párrafos. Y eso es lo divertido de escribir: que no tengo por qué
darte ninguna explicación de absolutamente nada. Todo gracias a la genial y
confiable polisemia. Tal vez debería ir al psicólogo. Ah, es verdad: fui
durante casi ocho años. Ahora pensemos, ¿por qué estás tan interesado en
conocer sobre la vida de alguien? ¿Qué te hace querer leer sobre otras personas
que nunca en su vida conociste, y tal vez no llegues a conocer?
Por ahí eso es a lo que muchos desean llegar: buscar leer que alguna
persona tuvo una vida peor que la que uno mismo tuvo, para así aligerar sus propios
lamentos. Otros, en su lugar, pierden el tiempo cuando las cosas van mal en vez
de hacer lo que les compete o les gusta, como justificándose su malestar. Si
uno agarra mal la raqueta, por más que el tiro entre le va a haber pegado mal.
Quizás si la gente fuera un poco más sincera consigo misma y tuviese algo de
autoconfianza, no nos estaríamos preguntando por qué el mundo está como está.
Aunque por ahí no me estoy agregando al conjunto de aquellos a los que
mencioné, como si fuera diferente. Si lo soy o no, el tiempo lo dirá; en este
momento estoy lejos de serlo. Ojalá existiera la perfección, más allá de que
sería horrible al mismo tiempo.
Probablemente mi constante es que no resuelvo nada, como este texto. No
dice absolutamente nada de mi vida, y aun así yo sigo pensando que lo expone
todo. Tal vez no hable de mi familia (o de toda ella), de mis amigos; de cómo
fue mi infancia y juventud o de mis gustos de forma burda y directa. Pero sí
cuenta como soy: si dice lo que me importa y las cosas que quiero que se
profundicen en lo que sea que haga con mi vida. Y también que viví toda mi vida
en Palermo, que no se les olvide eso. ¿Y por qué es importante él único dato
que dije al principio de todo esto que iba a ser importante pero jamás lo fue?
Porque, sin dudarlo, toda la experiencia que conllevó llegar hasta este momento
se produjo, en una inmensa mayoría, en Palermo, y no en otro barrio.
Lo único que tiene sentido es que te pasaste más de cinco minutos de tu
vida leyendo este sin sentido.
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